No es la primera vez (ni será la última) que Serrat resuene
en mi cabeza cuando hago una reflexión trascendente.
Peones de una partida indescifrable, veo en las noticias como
una mujer israelí grita atemorizada junto a una valla mientras estallan cohetes
de Hamás y un niño palestino de cuatro años aparece serio con un ojo tapado por
una venda y que igual ha perdido para siempre.
Mientras tanto, en Occidente miramos las noticias
consternados sin saber dónde terminará esta escalada. Leemos sin cesar noticias
de diarios que consideramos más o menos imparciales, aquellos en los que
ponemos más confianza que en otros y que no por eso dejan de engañarnos o de ocultarnos
datos que podrían hacernos cambiar de opinión.
Descubrimos entonces que los drones que Rusia utiliza en la
guerra de Ucrania son de procedencia iraní.
También que casualmente -o no- Arabia Saudí estaba a punto de firmar una
especie de tratado de paz con Israel y que a otros estados árabes no les hacía
especial ilusión.
Y entonces seguimos leyendo sobre la posible, aunque no
demostrada ni mucho menos, injerencia de Irán en los planes de Hamás o al menos,
en la ayuda prestada, para que puedan crear misiles caseros con los que atacar
a Israel.
Y resulta que, Estados Unidos, que apoya a cualquiera que
vaya contra Rusia, y en este caso Ucrania no sin razón, empieza a enviar
fuerzas a lugares próximos al conflicto por si tiene que acudir en defensa de
Israel.
Y entonces, volvemos al punto de partida en el que Irán apoya
a Rusia contra Estados Unidos y Estados Unidos apoya a Ucrania contra Rusia y
ahí volvemos al inicio de esta espiral sin fin.
Pero mientras tanto, podemos ver y oír a periodistas
palestinos y palestinas en Gaza que van huyendo de un lugar a otro para
terminar volviendo a su casa porque no hay lugar seguro en Gaza, porque ya no
hay electricidad, lo que supone que dentro de poco se quedarán sin agua (no es que la situación sea nueva y cito a UNICEF
“Se calcula que el 97% de los
habitantes de Franja de Gaza tiene acceso a sistemas de distribución del
agua por cañerías. No obstante, el suministro es intermitente y se calcula que
el agua proveniente del 85% de las fuentes no es apta para el consumo humano… los niños de Cisjordania sufren el
problema de la escasez de agua, debido a factores como la falta de lluvia y las
restricciones a la perforación de pozos impuestas por Israel.”) y también sin alimentos y donde, en
los hospitales, morirán a miles personas a las que no se puede atender ni
siquiera mínimamente porque hay un bloqueo que dura ya no sé cuántos años y
porque Egipto, el otro país de los dos con los que limita la Franja de Gaza,
tiene cerrados los pasos fronterizos. Y que, en este escenario, es el único
lugar al que podrían huir todas las personas que están allí encerradas como
conejos que esperan al cazador, pensando que es sólo cuestión de tiempo que les
alcance algún disparo, porque su densidad de población, que es como sesenta veces superior a la de España, (5500 habitantes/km2) hace que estén
hacinados en todas partes y el bloqueo histórico que se les impuso hace tiempo,
siempre encuentra alguna razón para continuarse y perpetuarse.
Porque desde 1948, hay un pueblo que va huyendo de un sitio a
otro y que se concentra en campos de refugiados o en franjas totalmente ajenas
al resto del mundo con el que prácticamente no pueden conectarse porque se les
impide salir de allí, lo que los convierte en pobladores de un gueto actual, en
rehenes de intereses internacionales.
Y entonces nos preguntamos cómo es posible que un organismo
internacional como la ONU, que goza de tanto prestigio y, supuestamente, de
poder de decisión en el resto del mundo, no haya sido capaz de trasladar del
papel a la realidad el derecho fundamental de unas gentes a tener su propia
nación, su propio país en el que vivir y prosperar en paz y armonía como el
resto del mundo occidental.
Y también cabe la pregunta de si después de ¿cuántos? ¿cincuenta
años, setenta y cinco años? vivieras de prestado en tu tierra, viéndote atacado
y menoscabado por miles de personas que han llegado después, no sentirías una
rabia incontrolable que quizá pudiera terminar acercándote a grupos menos
aconsejables.
Porque yo me lo llevo preguntando mucho tiempo.
Y porque me parece inconcebible, tras tantísimos años, que se
siga discriminando a un pueblo al que se ha ido arrinconando en su propio
territorio por intereses internacionales y porque el capital está en otras
manos.
Quizá sea porque Irán considera que debe de darle un
empujoncito a Rusia en su guerra contra Ucrania, pero están muriendo niños en
distintos sitios para ver quién la tiene más grande. Y lo seguiremos viendo en el telediario mientras lloramos con
la cucharada de lentejas y los que de verdad pueden hacer algo comen caviar sin
encender la tele y “ni recuerdan que en el mundo hay niños”.
¡Muy bien escrito!
ResponderEliminarSolo la pluma del escritor es la que puede arreglar el mundo.
Muy de acuerdo. En este artículo fijas tu atención en ciertas cuestiones geopolíticas, a menudo olvidadas o ignoradas, y al mismo tiempo en los dramas personales de quienes sufren esta guerra, los peones, a un lado y al otro del tablero. Dramas personales también olvidados o ignorados. Haría mucha falta que quienes podrían hacer algo, no ignorasen ni olvidasen.
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