viernes, 1 de abril de 2022

Crónicas de hospital III: ternura

 


En la planta sótano del hospital, donde está radiología, no tengo cobertura. Además, suele haber tanta gente, que cada vez que voy, me paso al menos veinte minutos de pie sin nada que hacer más que observar lo que ocurre a mi alrededor. Sobre todo, lo que ocurre en la ventanilla, que es la ansiada meta a la que aspiro a llegar lo antes posible para marcharme o sentarme, según sea el caso. ¿Qué tiene que ver la cobertura? Mucho, porque eso implica que no tengo nada con lo que distraerme mientras espero.


            Por la ventanilla va pasando gente que está allí para pedir cita, para recoger pruebas de hace no sé cuántos meses, personas accidentadas derivadas desde urgencias y otros que esperan para hacerse un TAC, una ecografía o lo que toque y siempre ocurre algo interesante. El otro día, sin ir más lejos, una señora pretendía recoger unas pruebas que se había hecho en otro hospital. La señorita que la atendía no alcanzaba a comprender lo que la mujer le estaba pidiendo, y cuando al fin lo logró, le dijo, con lógica aplastante, que si se había hecho las pruebas en otro hospital, tendría que ir al otro hospital a recogerlas.


            Otro señor, aprovechó que salía un enfermero para colarse por las puertas automáticas en cuanto su turno apareció en la pantalla. Al momento, salió una enfermera que, utilizando el código que nos proporcionan, lo llamaba en voz alta y, obviamente, el señor no contestaba porque estaba ya al otro lado de la puerta. Otra señora que, como yo, observaba lo que ocurría mientras hacía cola, se lo advirtió a la enfermera y ¡voilá!, al abrir la puerta, allí se encontró con el señor en mitad del pasillo, al que le explicó pacientemente que debe esperar a que salga el técnico correspondiente a buscarlo.


            Otra chica muy rubia con acento holandés (o similar) entró en pánico varias veces al ver que su turno desaparecía de la pantalla. Se giraba nerviosa, hablando sola y subiéndose y bajándose la mascarilla para acercarse al mostrador a decir que su turno había desaparecido. También a ella le explicaron que había muchos técnicos y que no se preocupara, que ya saldrían a buscarla.


            Cuando el señor de pelo negro y vaqueros llegó a la ventanilla, se acercó a él una señora en silla de ruedas, que había estado esperando junto a las sillas fijas y en la que yo no había reparado hasta entonces. Tenía una melena corta muy rubia y bien peinada, llevaba pantalón negro y chaqueta, muy arreglada, y la impresión que me causó fue la de una mujer activa, profesional, culta, incluso. Tenía el ceño fruncido, no sé si de la preocupación o por el dolor. Al principio no me percaté de nada, pero al observarla con más detenimiento me di cuenta de que tenía uno de los pies muy hinchado embutido en unas manoletinas negras con un lazo de terciopelo.


            El hombre llevaba unos cuantos papeles en la mano izquierda y por sus gestos, me pareció entender que acababan de salir de traumatología. Hablaba con la señorita del mostrador y enseguida se inclinaba hacia la mujer para contarle lo que le había dicho mientras le acariciaba el pelo con la mano derecha. La ternura que se adivinaba en sus palabras y en sus gestos me endulzó la espera. Transmitían solidez y dulzura y me recordaron una expresión en inglés, “I’ve got your back”, que significa aquí estoy para ayudarte, para defenderte, yo te cuido si lo necesitas.


                Le ofrecieron una cita en domingo. Él se inclinó de nuevo y con más caricias lo consultó con ella y convinieron en que sí, lo que adiviné por los gestos que hacían. Él le dijo algo más que no llegué a oír, pero yo fantaseé con que le había propuesto aprovechar esa salida para invitarla a comer en su restaurante preferido. Porque sí.  Porque en mi imaginación, a aquella pareja le pegaba mucho compartir un brownie con helado de vainilla mirándose a los ojos.


Foto: https://pixabay.com/es/users/mariolh-62451/ 

 

 

2 comentarios:

  1. Me encanta esa manera tierna de observar qué tienes.
    Qué suerte que no hubiera cobertura!

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  2. Soy Chabela, querida escritora.

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